Thursday 7 June 2012

Uno mas.

Y decidí no vivir más allí.
No quedarme pajarito en una jaula que me hacía picar las alas.
No por cobarde.
Pero sí por miedo.

Y no fue que no me diera cuenta, me daba.
Como dolores escurridizos que no saben a nada. Que no significan nada.
Que no tienen sentido.

Es ese algo que tienen las armas de fuego, los cuchillos, la tortilla tiesa, que dicen.
No es que no me diera cuenta.
Es que cuando se ve gente tirada en el suelo con un charquito de sangre  y uno ha dejado de sentir… ¿qué pasó con la humanidad que uno llevaba dentro?
Es que se ha vuelto cotidiano.
Es que se vuelve melancolía, una tristeza que es distinta a las demás.
Como no querer subirse al bus, ¿desde cuándo dan miedo los buses, los teléfonos, las obras de teatro?  El escondite estaba bien cuando éramos chicos. Ha pasado a lo ridículo, teatro del absurdo.

¿Y que es la violencia?
Es que nunca entendí qué estaba pasando.
Es que nunca entendí qué era, de qué se trataba, qué medio usaba para expresar qué cosa.
Yo sé, yo sé que te duele. Mira que la poesía que te sale de las manos. ¿Qué es? ¿De dónde viene?
Todavía me da enojo, no creas que me he divorciado de ese miedo. Ese se le queda a uno.
No sé si se nos dio para saber algo, como para darnos un secreto que no hemos descubierto.
¿Por qué nosotros?
¿Por qué ellos?
Es cuando uno se pregunta, ¿Pero qué jodidos estamos pagando, aprendiendo, recapitulando?

Es que ves, por eso no me quedo, porque no entiendo quién me quiere en una jaula.
Es que me daba rabia.
Miedo. Miedo sí, pero rabia. Rabia también. Me daba cólera de enojos.
“No me quites esto, porque es mío, no me mires así, porque soy mía, no me quites eso, eso no, por favor no me quites…” como si la vida fuera qué cosa.

Y los amigos, los amigos que se los quitaron a uno como que fueran qué cosa, ¿ves?

Por eso.
Por eso no me quedé.
No por hipócrita.
No por cobarde.
Por miedo. Sí.

Si te sirve de algo, tu poesía no habla, grita.

Grita Laura, grita.

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